Mantener la cabeza lo
suficientemente vacía como para no sentir –o sentir lo imprescindible- también
tiene su precio. Dicho de otra forma: el hecho de que el futuro haya dejado de
existir, o que haya dejado de tener el interés de antaño, no es gratis. Ahora
son las voces las que eligen a sí mismas sus miedos, las que administran su
propio plan de crecimiento, y las que te arrastran en su fluir. No estás –nunca
vas a estar- a salvo.
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