Déjenme contarles la historia de un
hombre que, aun viejo y cansino como estaba, se propuso achicar todo el agua
del mar para construir un hermoso desierto. En riguroso secreto, la tarea dio
comienzo mucho tiempo atrás en el fregadero de su casa. Fue una noche en la que
se desprendieron de las estrellas regueros de pequeñas limaduras luminosas que
llegaron a él nadie sabe cómo ni por qué, procurándole una insana capacidad
para construir sueños de apariencia –sólo de apariencia- inocua.
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