Si bien va de suyo que el escritor de relatos brevísimos sea un
hombre menguado, no por ello está de más confirmar lo que cree saberse. Pues
bien, nuestro micro autor confirmó la sospecha sobre su propia mengua el día
que tuvo que reseñar la muerte de Onetti. La noticia le llegó una tarde de
mudanza y fue recibida con un gritito agudo, muy agudo, y un abrazo de
desconsuelo. Esa noche soñó que era un ser diminuto que vivía parásito en el
interior del uruguayo, con el único fin de ser fecundado por el juntacadáveres.
Ni que decir tiene que, en su momento, ni pudo ni supo ni quiso escribir palabra alguna.
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