martes, 30 de junio de 2015

KAFKA


Su cuerpo transpira restos de un mar antiguo. Armado de óxido y orín, cuchillo en mano, dibuja en el aire reminiscencias de tesoros imposibles, nostálgicos arcos de dientes blancos por donde hace desfilar los vientos que mecen olas. Esfuerzo inútil. A la menor oportunidad, Kafka le cogerá del pelo sumergiéndole en los abismos del alma, y pronto caminará con él, una vez más, por las afueras del tiempo. Es lo que hay. La bruma del lenguaje y el eco de la memoria apenas si dan para más.

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