Logró
infiltrarse hasta la fuente misma de sus deseos. Una vez allí, se desnudó y
abandonó el aullido para transformarse y susurrarla viejos salmos hechos con
mezcla de sueño, sosiego y esperanza. Pero ningún conjuro resultó suficiente.
Oyó hablar de su huida y de la muerte de dios justo antes de que, agotado,
blasfemase su derrota y regresara al redil.
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