Perseguido por la tragedia y por un olor mohoso que apestaba a
soledad, viajaba con rumbo desconocido a bordo de una luz violácea. Llevaba con
él su secreto mejor guardado: unos labios calientes salpicados de rocío que
tenían por costumbre levitar entre las sábanas. Nadie, ni tan siquiera su
sombra, esperaba su regreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario