Viajaba en una nave repleta de hechizos y llegada la hora lunar, cuando el claroscuro del metal es más metal y se agota del aire embalsamado, alguien me mostró el mapamundi de la carne viva y pude salir de aquello a lo que más tarde llamé infierno. Cargado con la plomada equidistante de moral asimétrica, en el instante mismo en que cesa la medida, alcé el vuelo como el ave ecuánime y matemática que siempre quise ser.
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