Con el alma entre los ojos, observaba la inigualable hermosura de las esquinas y él, que nunca creyó en el amor, creía percibir en ellas un dolor malsano. Estamos pues ante lo que se llama un tipo sensible. Pues bien, este señor, a la sazón lúcido aunque algo inestable, era el mismo que ahorcaba, empalaba y desorejaba seres, con el mismo ánimo y profesionalidades con el que otros destripan terrones.
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