Del mismo modo que algunos dioses se sienten libres de la muerte, él, desde su trono de alabastro, se sentía señor de las olas destiladas y uno más de entre aquellos seres capaces de morir ruborizados sin llegar a ser vistos. De hecho, era el único borracho conocido capaz de tomar su propia pierna por un farol y salir airoso del trance.
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