Tenía la sensación de abrazar un misterio, pero lo cierto es que nadie descendió sobre nadie convertido en lluvia de oro, ni la natural extrañeza de gentes o la proverbial imperfección humana sufrieron merma alguna. La vaina fue que encontraron a un tipo que les condujo a otro tipo que les condujo a su vez a otro que finalmente les llevó ante el tipo que importaba, al cual pegaron un tiro. Y ya. Fin de la historia.
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