El silencioso estruendo de la tarde dio paso a una voz penitente y a unos pasos que resonaron a lo lejos. El fraile pensaba en la edad oscura del amor, en la fatiga de la carne, y en las sutilezas del lenguaje, concretamente en que el mero hecho al que se refirió el abad en su plática mañanera podía tratarse de un mero que no está crudo, o podía no tener nada que ver con el pescado. La próxima vez estaría más atento.
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