Era un experto diciendo cosas de la forma más hiriente y ofensiva posible, un saco de piel y huesos capaz de apuntarte al corazón con un cuchillo y empujar hasta el acero se perdiera de vista. Era una bestia, un auténtico cafre, con un único gesto de cierta ternura que, a la postre, se convirtió en su talón de Aquiles: le costaba apartar la mano de su pene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario