Nunca me sentí libre para revelar su nombre, y hoy tampoco. Pero no importa. Es bien sabido que ese como se llame era uno de esos doctos jueces que acudían con regularidad a la tienda del encuentro, donde tenía plaza fija. Menor de edad a juicio de unos, débil mental en opinión de la mayoría, tenía la habilidad de fingir estar terriblemente interesado en la nada. Y de eso vivía.
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