Con la cara marcianizada y embutido en un traje de domador de leones con botonadura de oro en la pechera, se dirigió a la sala: Señores del jurado, permítanme explicarles. Para recuperar mi perdida tranquilidad, me prepuse regresar a mi naturaleza estricta de animal, y si bien es cierto que se me fue la mano con los tres matarifes de la fábrica de embutidos, deben entender que fui presa de un miedo insuperable.
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