Se tenía a sí mismo por apócrifo, y resultando imposible de toda imposibilidad, sin embargo fue. Y resultó ser valiente, es decir, equidistante por igual del cobarde y del temerario, y debió ser, pienso yo, en algunos de esos momentos en los que el bueno de Homero dormitaba y en los que se da a luz aventuras carentes de ventura alguna. Al fin y a la postre, a él le bastaba y le sobraba con ser contado en el número de las gentes.
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