Un día abrió los ojos, y así empezó todo. Fueron los suyos unos ojos absortos, inextinguibles, unos ojos con forma de abismo que resultaron ser eco de otros ojos y que de golpe, no se sabe cómo ni por qué, fueron anegados por la luz. Sepultado entre un millón de insomnios, aún recuerda el último olvido, gracias a cuyo recuerdo, sin quererlo, quedó libre.
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