Los arrecifes de reproches te han conducido a una nueva luz que abraza tu piel y la inunda de deseos desconocidos. Con forma de remordimiento, el deseo formula su pregunta y el interrogante se agarra a la médula de cada hueso hasta partir en dos el alma que lo soporta. Agotado, dejas que lluevan caricias mientras la arena, cansada de tanto vaivén, se retira a sus aposentos.
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