Hay quien escribe cosas dignas de ser escritas, no ya en pantallas o en papeles, sino en bronces y piedras capaces de transportar en el tiempo la dignidad de lo escrito. Y este era el caso de quién quiero hablarles hoy. De ojos algo exaltados, tenía el talento y la voluntad necesaria para encontrar las palabras y las razones precisas, rigurosas y blandas a un tiempo, en las que fundar una realidad nueva y necesaria.
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