lunes, 29 de agosto de 2011

UN BUEN PEDAZO DE INMORTALIDAD

Sería más o menos el filo de la media noche, y siendo como fuere que la noche era entreclara y que se vivían tiempos extraños donde eran muchos los andantes y pocos los caballeros, fue escuchar el anónimo relato de sus virtudes y al instante se le ensanchó la avellana que tenía por corazoncillo. Vivió como quien dice enamorado de oídas y, como merecido premio a su hazaña, los mercados del momento le otorgaron un buen pedazo de inmortalidad.

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