domingo, 20 de noviembre de 2011

LA PUNTA DE ESE CUCHILLO

La punta de ese cuchillo no sólo me recordó viejas historias del Peloponeso. También trajo a mi memoria el brillo de sus ojos, y la consiguiente ruina a la que, en su forma más virulenta, pueden conducir unos ojos, y la celeste mecánica de esos mismos ojos, a medio camino entre el mar y el veneno. La punta de ese cuchillo trajo a mi memoria la existencia misma del diablo, que rara vez duerme, y la ciega transitividad del cuerpo.

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