No era dios ni cristo que lo fundó, aunque sí un verdadero bocazas. Pero todo cansa, y sus ganas de abandonar el vicio de las habladurías llegaron a ser tantas que un buen día se condenó a sí mismo en costas, sellando y amordazando lengua y boca para siempre. Eso fue por la mañana. Por la tarde ya se había acostumbrado a la sana mudez, y así finalizó el día, sin que aconteciera ninguna otra cosa digna de ser puesta en escritura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario