lunes, 24 de junio de 2013

IDO

Pasó abril, llegó el día de mañana, y él se fue. Y fue así, ido, como anduvo los caminos, rebuscó entre los letreros de la terminal de autobuses y, llegada la hora, se volvió a ir. Le costaba encontrar su asiento en el mundo –era culo de mal asiento, decía su abuela- y aquél autobús no fue una excepción. Alguien le orientó hasta que, por fin,  se dejó caer muerto de cansancio sobre un trozo de hule desgastado y, ahora sí, llegado el momento, se fue lejos, muy lejos, en brazos de un sueño que prometía, si no la gloria, sí al menos algo de sosiego.

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