domingo, 9 de junio de 2013

TORBELLINOS


Su única responsabilidad consistía en mirar el cielo. Siempre a la misma hora y siempre el mismo trozo de cielo. Cinco minutos diarios. En ese lapso de tiempo soltaba el lastre de su vida presente y pasada, y volaba lo que se dice con ganas. Y observaba. Y congeniaba con las nubes mientras se dejaba acariciar por un aire cada vez más liviano. Durante cinco minutos diarios dejaba los estrechos y trillados caminos de la grava y el asfalto para auparse en torbellinos que, cualquiera lo diría, resultaron ser de esperanza.

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