Olvidó,
mintió, y volvió a olvidar. A todo esto, una sinfonía de hierros y piedras
estridentes fue abriéndose paso entre sus aguas neuronales, elevándose después
sobre el vacío en busca de un viento propicio que la transportara más allá de un
invierno que, de cuerpo presente, se presumía largo y vaporoso. Y se olvidó de
sí, y para olvidar mejor, se volvió a mentir.
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