Lento, parsimonioso, un beso con visos de eternidad se estaba gestando a la luz de una lámpara cuyos deshilachados destellos de tonos ocres y turquesas aportaban a la estancia una calidez innecesaria. Durante mucho tiempo no encontraron razón alguna que justificase separar esa mezcla perfecta de lenguas, labios y saliva en movimiento. Cuando abrieron los ojos la lámpara seguía ahí, pero su mundo era otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario