domingo, 6 de octubre de 2013

TERRITORIO DE ESPUMA


Entre los siete y los setenta y siete días que siguieron a su despedida, noche tras noche, nunca dejó de ir. Sabía que la volvería a ver. A veces, esclavizado por esa convicción, llegó a imaginar tras suyo la presencia de su fragancia. Pero no. Era sólo el deseo que se adueñaba del aire y le jugaba esas malas pasadas. La volvería a ver. Estaba seguro. Y sería allí, bajo la luna, en ese territorio de espuma que forman las aguas al morir.

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