Los
acontecimientos maduraban a su alrededor cada uno como dios le había dado a
entender, y mientras tanto esperaba, o dormía, que no era sino otra forma de
esperar, a veces más plácida, a veces más trágica, de modo que nunca estaba
seguro de si estaba despierto o dormido. En los raros momentos en que parecía
hallarse despierto, la única dicotomía posible aparecía ante él con una
claridad diabólica: o estaba esperando, o estaba muerto.
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