lunes, 28 de octubre de 2013

PULGADAS


Su boca parecía saber lo que iba a decir antes de que lo dijera, pero en esta ocasión no fue necesario decir nada: abrió los ojos y, una vez más, esa masa de rutina gris se abalanzó sobre él ocupándolo todo. Al instante, y sin conjuro posible, una poderosa máquina de inercias se afanaba dentro de su ser realizando ese limpio y minucioso trabajo que resulta tan del agrado de tantos y tantos ascetas. En su caso, la válvula de escape al tedio era un tedioso rectángulo que se media en pulgadas y que se encendía y apagaba pulsando un minúsculo botoncito rojo. Afortunadamente, no siempre funcionaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario