Atrás
quedaron los tiempos en que todo le importaba una mierda, un bledo, un pimiento
y tres cojones, por ese orden. Luego vinieron días claros en los que se entregó
entero, y otros en los que quiso olvidarse de sí mismo, pero ¿qué hace uno
mientras se olvida de sí? Una tarde de noviembre el tiempo se apoderó de él, y el
poder de lo que viene después, toda la sustancia real de lo que ya no es, se
hizo de pronto evidente ante su conciencia. Y ahí comenzó otra partida, un
nuevo juego consistente en descubrir esa particular pátina de historia que se
aferra a cada ente, que palpita en él, el secreto en fin que guarda cada cosa y
cada ser y que lo convierte en único.
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