Hasta
ese instante había resistido mal que bien el asedio de los días, y hasta se
había hecho a la idea de vivir sin las sacudidas propias de aquella que nació
de la espuma del mar. Pero todo fue inútil. El prodigio que aguardaba al otro
lado de la esquina emergió de entre los ladrillos y le preguntó por una calle.
A él, un extraño entre extraños, el amor le preguntó por una calle.
Afortunadamente, supo qué responder.
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