jueves, 3 de octubre de 2013

THOMAS MANN


Un haz de luz repleto de imágenes se infiltra a través de sus ojos introduciendo en su cabeza, desde hace un buen rato, contenidos informativos altamente dolorosos. Como quien escribe no es Thomas Mann, podemos ahorrarnos la descripción minuciosa a propósito del aluvión de insultos y gestos soeces que padeció el personaje, y de los que fue cómplice, para quedarnos con lo esencial: el reino del amor fue remplazado por una amalgama de amargura, demandas y querellas, resultado de todo lo cual, un ser, en este caso un hombre, se dispuso a unir su recién estrenada soledad a la de las estrellas.

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