Intruso en una vida que parecía no ser la suya, observaba el ir y venir de
una procesión de nubes y sombras pardas, y le pareció notar un cierto desprecio
traslúcido de las unas hacia las otras. Y mientras por su cabeza pasaba lo que
pasaba, él pensaba que son muchas las veces que el asco precede al gargajo, y
que la suciedad de sus calzones, y el óxido de olvido que se acumulaba tras el
cristal de la vitrina, eran presagio de algo que no terminaba de ver con
claridad. Cansado, bajó los ojos de las nubes y se dispuso a caminar.
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