lunes, 24 de marzo de 2014

CUERDA

Cuerda hasta la insensatez, padecía, como todo hijo de vecino, un proceso degenerativo que iba de dentro afuera y que afectaba a la totalidad de su ser. Envejecía pero, con todo y eso, sólo después de haber girado ochenta y tres veces alrededor del sol se vio en la tesitura de escuchar su voz como algo ajeno a ella, como un eco, una reverberación externa que atacaba sus sentidos de forma aérea. Ese acontecimiento tuvo lugar el mismo día en que se quemó su dedo corazón, razón por la cual se sintió igual de vieja, pero doblemente extraña. 


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