Gustaba de pasar el rato tonto de la tarde rompiendo las cáscaras de
antiguos recuerdos perdidos, sólo por recordar su olor y por despegarlos
siquiera un rato de esa piel cansada a la que viven pegados y con la que tanto
se ensañan. El olvido le inclinaba a pensar que no todo está escrito y que, más
allá del desvelo presente, existe un imposible que está por venir.
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