El
tiempo no espera a nadie. Esta actitud, aparentemente tan despiadada, tiene de
bueno que, a cambio, no espera nada de nadie. Cada gusano va creando su
constelación de vacíos. Son lugares repletos de luz y nácar donde los metazoos van
depositando su confianza en la eterna maternidad del agua, al tiempo que
generan un tumulto de arrugas que amenaza con ahogarlos. Cada oruga, en cada
tiempo, hace lo que puede. Y en eso consiste es la historia.
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