Después
de haber soportado la carga del deber y de haberse entregado por completo al
caduco arte de la creación, estaba firmemente dispuesto a enamorarse con
intensidad, cabalmente; en eso al menos le gustaría llegar a ser ni más ni
menos como cualquier otra persona. En la atmósfera y en su corazón reinaban
mezclas de sentimientos extraños y, quizás por eso, cuando la conoció no osó
siquiera a pronunciar su nombre.
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