Nadie
sabe cuál de sus dos yoes escindidos precozmente fue el primero que inicio el
camino de la huida. Uno de ellos rechazó al amante para, a renglón seguido,
hacer lo propio con el amor. Y fue así, absuelto de todo dolor, como se hizo
invisible. El otro amó y fue amado todos los días de su existencia. Sin
artilugios. Sin reproches. Y tanto fue lo amado, que se hizo invisible.
Invisibles los dos, pudieron al fin encontrarse y dormir juntos disfrutando en
paz de una esquizofrenia feliz.
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