El
mismo que se preciaba de describir con precisión los paisajes del alma (el de
hoy acababa de calificarlo de frío y desnudo, aunque soleado), desconocía el
órgano a través del cuál somos capaces de percibir el tiempo…y es que no se
puede estar en todo. Al corazón también lo daba por perdido: se desbocaba por
voluntad propia sin causa ni razón, y así no había forma de fundar ciencia
alguna.
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