Fijó
sus ojos en un lugar indeterminado del techo, y se quedó colgado. Podría
decirse de múltiples formas, pero en esencia eso fue lo que pasó. Y fue allí,
bien colgado, donde aprendió a poner sus sentimientos bajo control y donde sus
caparazones desarrollaron un espesor y una dureza inimaginable. Pero no siempre
fue así. Hubo un tiempo en que fue agua y en su interior sonaba sin
interrupción una música acuática que lo humedecía todo.
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