Perros
y sombras de perros prisioneros condenados desde su nacimiento a mirar
únicamente el suelo que pisan, un suelo dotado de una sensibilidad extrema en
el que siempre encontraron las verdades necesarias para el sustento. Eran verdades
en forma de apetecibles huesos, de frescas aguas que mudaban en cambio
constante, y de sombras vivas, opinables, como su sombra y las sombras de otros
perros y perras con las que se asociaba en felices, leales e instintivas bandas
de sombras perrunas. El primer perro que fue obligado a de dejar de mirar el
suelo para que conociera la verdad de los hombres, el llamado mundo
inteligible, huyó aterrorizado ante lo que vio. Obligado a mirar directamente a
los ojos de la crueldad, mantuvo un silencio militante el resto de sus días, y
murió triste.
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