Fue adorando una tras otra todas las vacas y becerros que fue encontrando
en su camino, fueren del metal que fueren, razón por la cual no le extrañó lo
más mínimo toparse con un nutrido grupo de falsos profetas que ofrecían
acciones preferentes para ganarse el cielo a un precio ridículo. Lo cierto es
que la suerte se puso de su lado y, justo en el instante previo a la compra, vio
una señal. Vidente y viejo como era, no le pasó inadvertido el graznido frío de
aquél pájaro que no auguraba nada bueno. A partir de entonces se dedicó al
planificado cuidado de sus propias miserias, que eran muchas, y al cultivo de
sus virtudes, dejando para los más jóvenes el disfrute de las ofertas de última
hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario