Sin una maldición que echarse a la boca, y más viejo que los
cuervos, intentaba recordar sin éxito un estado de acartonamiento tan
persistente como el que, muy a su disgusto, le parecía percibir en su interior.
Quizás el año de la polio…es difícil de saber. Su único consuelo consistía en
pensar que todo se acaba, hasta la paciencia de los pobres. No estaba para
bromas. Presa de un cansancio venido de muy lejos, había días en los que no
deseaba otra cosa que caer, caer por fin no importa dónde, y dormir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario