domingo, 10 de agosto de 2014

UN HOMBRE


Ver cómo se apresura el destino final de un hombre no debiera tener nada de raro, especialmente si el tal hombre se había propuesto no dejar huella alguna en la vida. Empero, y como consecuencia de un extraño presagio, el hombre en cuestión al que  me refiero estaba habitado por un alma inquieta que no tenía dónde alojarse, lo que le convertía en un ser débil al que la imagen de la luna caprichosamente ubicada en el rectángulo de su ventana podía acelerar su ritmo cardiaco hasta unos extremos que, finalmente, resultaron insoportables. Lo del influjo de la luna sobre su corazón sí que tenía, reconozcámoslo, tintes de cierta excepcionalidad.

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