Quizás
sea el incansable frenesí de la nostalgia, o el polvo de las promesas
amortajadas en ese amasijo tan especial de tiempo y palabras apenas susurradas,
o la presencia fantasmal que cada noche hace revivir en la almohada el perenne
soniquete su respiración, quizás...pero no importa. Lo único cierto es
que abdicaría con gusto de todos los universales, eternidad incluida, con tal
de despertar a su lado y acariciar un día más, un solo día más, el lóbulo de
sus orejas.
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