viernes, 22 de agosto de 2014

DOS SEMANAS

Acostumbrado a ser el más mostrenco de la clase, con un atractivo plástico normalito tirando a feo, no entendía cómo, apenas si puesto un pie en aquellas tierras del trópico, se operó el milagro que convirtió su acostumbrada invisibilidad en una “hola mi amol” acompañado de sonrisa que casi le parte el alma. Claro que era aficionado al arte y sabía que él, los temas, los objetos, todo está ahí, igualito para todos, de modo que lo que varía, lo verdaderamente importante, está en el punto de vista. Digámoslo ya: el punto de vista que le transmitía la recepcionista de aquel hotel le pareció infinitamente más dulce que cualquier otro conocido. No era tonto. Quedaba a la espera de otra realidad inmisericorde que volvería a él. Pero quedaban dos semanas.

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