Lo que al principio empezó siendo un esbozo de sonrisa fatigada terminó
por convertirse en un alma abatida que habitaba un cuerpo todo él desfallecido.
De vuelta de todo, no mostraba interés por nada ni por nadie, y nadie ni nada
parecía tener el más mínimo interés por él. Encendió la luz de la mesilla y,
casi quemándose los ojos, un inesperado nerviosismo se apoderó él mientras
intentaba recordar su nombre, su propio nombre.
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