Sólo tenía sobre mesa unos cuantos datos imaginarios relativos a
un ser imaginario, y varios nombres asociados al mismo individuo, siendo como
era el caso que el tipo en cuestión, en realidad, carecía de nombre. Ganas me
daban de regresarle al vacío, de estampar contra la pared el insignificante y
fragmentario ente que amenazaba con llegar a ser, de abortar su nacimiento
antes de fuera demasiado tarde y dedicarme a otros asuntos más productivos y
menos escabrosos. Pero a veces me parece que el aire se enrarece, que el
personaje me mira, me pregunta algo con risa entrecortada, y no me resisto a
seguir imaginándomelo.
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