No sólo dormía, era algo más: se sabía dormida, profundamente
dormida, y no quería despertar. En la consciencia del vacío el dolor se nota
más, y no quería volver. Su efigie sabía de ese no querer, de ahí que mucho
tiempo después de haberse dormido su imagen seguiría esperando en el espejo del
lavabo. Por si se le ocurría despertar, y volver.
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