Tenía
la mala costumbre de quererle todos los días, pero las costumbres,
especialmente las malas costumbres, requieren como es sabido de una observancia
cuasi religiosa. Quizás fuera esa la razón por la que se sentía oprimida, aturdida
y por momentos desesperada, por un gran peso de naturaleza indefinible. Añoraba
una región del espacio-tiempo templada y algo menos ventosa, pero ni modo. Lo
cierto es que era el cuarto día, y los coágulos de sangre seguían doliendo.
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