En actitud periférica hacia su propia vida, deshabitado a fuerza de abandono
y por momentos vacío, merodeaba por los alrededores de su ser sin saber muy
bien qué camino seguir para evitar seguir nadando en una nada que se le
antojaba prematura. Introvertido gracias a esa mezcla tan suya de desgana y
soledad, aprovechaba los sueños para sembrar surcos que abandonaba con los
primeros rayos del alba. Lánguido, yermo y desencajado todo a un tiempo, ficticio
al fin, no terminaba de encontrar sentido digno de tal nombre al monótono
transcurrir de los trabajos y los días.
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